miércoles, 20 de mayo de 2009

La Solidaridad y la Nobleza




Por: Edwin Calle Godos

Son las tres de la tarde, y en Piura, el sol irradia su soberanía y las sombras se abren paso con una leve brisa caliente sobre las calles de la cuidad, y acompañado de ese sol soberbio, me dirijo hacia el distrito de Castilla; lugar en donde se desarrollará una labor propuesta en un salón de clases, en cuyo único objetivo, brindar un momento de alegría y esperanza.
Soy casi uno de los primeros en llegar a lugar acordado, me acompañan compañeros de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Alas Peruanas, del primer ciclo. Mientras van llegando, me adelanto hacia un supermercado cercano para terminar de compra algunas bebidas.
Ya adentro, me encuentro con la licenciada Sandra Ortiz, tutora y promotora de nuestra visita al Centro de Rehabilitación para Enfermos Mentales, complementando y coordinando con sus tutoriados los últimos detalles de nuestra labor social.
Como el local de nuestro destino estaba bastante cerca, caminamos en fila india hacia el hogar, cada uno llevando su colaboración para nuestro compartir.
Nos da la bienvenida un hombre muy amable que intercepta la comitiva y pregunta quienes somos; - alumnos – contesta mis Sandra, mientras nos sonríe acompañándonos hacia el patio central.
Nos ven llegar, y algunos se les dibujó una sonrisa contemplativa, otros miraban desde lejos y poco a poco fueron acercándose hacia nuestro aforo.
- ¿tú eres comunicador?- me pregunta una dama con mucha curiosidad,
- si - le contesto, - chicos posen chicos, posen para la foto…- gritaba con voz fuerte, yo intento registrarlo todo con mi cámara, pero se me advierte que no es permitido.
Los chicos acomodan sus regalos, las bebidas, y todo lo que compartirían con nuestros amigos, las chicas instalaban una grabadora para incentivar un poco de baile a la visita.
- honda cero- grita con voz enérgica una interna, mientras se va acercando para hacer su pedido musical, -ahí ahí, déjala ahí – contestan en grupo.
De pronto una señora interrumpe la fiesta y comienza a cantar -Maariiia tu eres mi madre, maariia tu eres mi amor- la contemplamos, esperamos que termine, y las enfermeras le piden que baile para que se alegre un poco, y ella acepta.
Luego se me acerca una señora y me pide gaseosa, le entrego un vaso que ya estaba servido, - no tienes gaseosa negra, esta no me gusta- me dice casi al oído, yo sonrío y la complazco en su pedido, toma su vaso y se alejo del lugar, yo la observo e intento llevarle hacia donde se encuentre las demás golosinas.
Había en su caminar una cadencia muy dolosa, sonrrisa casi muerta que dejó alguna ingratitud, el silencio de su esquina, me hizo un nudo en la garganta , y pude divisar alguna vejez mejor, no mata tanto el tiempo , como si lo hace el olvido, y que historia guardará aquella viejecita firme con pisadas lunares, la busco y no estaba , Salí hacia el fondo del pabellón y la encuentro regresando, - quieres mas gaseosa negra - le pregunto , - si - me contesta , y me acerco, y se vuelve a alejar.
Nosotros partimos llevándonos en nuestras memorias, una tarde distinta a cualquier tarde, distinta a cualquier visita, distinta a cualquier gesto de amabilidad, ellos nos enseñaron a saber que tan frágiles pueden ser nuestros cerebros, nuestras emociones, ellos nos regalaron algo que nadie nos dará en la vida y es el hecho de saber que nuestra lucidez, se trastoca con la imaginación y al compartir, su inmensidad nos hace vulnerables, ¿cual es la dimensión de la locura? Será mas cuerdo el que piensa, o el que mira la luna.

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