miércoles, 31 de diciembre de 2008

Dolores se llamaba, ¡que ironía!


Historia de un año nuevo imborrable.



Cuando uno es aún colegial y, sale corriendo del colegio a su casa, lleva, más que conocimientos nuevos, hambre, mucha hambre, pues, yo, estudiaba en uno de los colegios de los Hermanos Maristas. El emblemático Santa Rosa, en Sullana.
Además del hambre justificado y devorante, se sumaba la inclemencia del sol de esta tierra norteña, que para matizar el ambiente, a las dos de la tarde, su acariciante brisa, se volvía sofocante.
Yo almorzaba en casa de mi abuela materna, tenía primero, que hacer una obligante parada ahí, para después dirigirme a casa del tío Juan,-hermano de mi madre y la única persona que reniega a si mismo por no saber decir que¡ no!- lugar en donde fue mi residencia, durante los años de la secundaria.
Esa fue siempre mi ruta durante mi estadía en Sullana.

Dolores -su nombre de pila- mamá Lola o Lolita, para el cariñoso saludo de los nietos, era mi abuela. Una señora de gustos refinados, elegante, tierna sonrisa y de un humor refranero siempre acertado cuando levantaba opinión sobre alguien o algún suceso familiar. Poseedora de una creatividad para las chapas, los calificativos, que más de uno, patentan hoy en día , su bautizable sobrenombre ,victimas del buen humor de mi abuela.
Mama Lolita me esperaba con el almuerzo y la mesa tendida; yo siempre bromeaba con ella, diciéndole: (ya terminaste de jugar a la comidita) - porque usaba unas ollas muy pequeñas y era muy pulcra para cocinar- , ella, sonreía, dándome un gesto de cómo si le gustara lo que le decía, y precedía a servir.
Ya en la mesa, su buen sazón, confirmaban aquella minuciosidad para preparar los alimentos. Pero, hubo un detalle que a mí, no se me olvidaría jamás, y era, que siempre sirvió la sopa, muy caliente, humeante, y yo renegaba porque, no podía devorarme aquel plato de sopa, que humeante, desafiaba mí impaciencia y mi incontrolable hambre.
Aquella escena, se repetiría cada vez, que Mamá Lolita, preparara sopa.
Yo llegue a pensar que era un acto de venganza, de mi abuela, por decirle que jugaba a la comidita, con aquellas diminutas ollitas de acero inoxidable y porcelana.
Lo cierto era que, el calor a esa hora de la tarde, es inconmensurable, y yo, lateaba desde el colegio hasta la casa de la abuela y el hambre de adolescente, alborotaba a mi solitaria tripa.


Ella en cambio, se sentaba en la mesa, y se inmutaba del calor y de la humeante sopa, soplaba muy despacio, dándose sorbo a sorbo su exquisito potaje, cada vez que sostenía su cuchara cerca de su boca, inclinaba una mirada hacia mi, como queriendo saber como me las hacia para devorarme su menú.
Sopla – me decía - y empieza por los bordes del plato, para que puedas avanzar.
Yo, prefería dejar a un lado aquel plato humeante y arrebatar mi hambre, hacia el segundo – no menos exquisito y suculento -, y así esperar que se me enfriara, el primer plato y regresar a el, para dar por saciado mi natural ritual biológico.
Mama Lolita me miraba, desde su matriarca posición y, esta vez me diría algo, que hasta hoy, sigo pensando en lo sabias que son las mujeres, cuando quieren enseñar y eternizar un mensaje.
Que no vas a comerte la sopa, cómetela, sino, mmmm… después te contare un cuento.
Que distraído, que bruto, el no entender, el mensaje de mi abuela en aquel momento, (“después te contare un cuento”) ¿que cuento? –Decía yo – será que después que termine, me sermoneara con algún pasaje bíblico.

Ya, lejos de mi abuela y de mi familia, me albergue en las estresantes y estridentes calles de lima, transitaba en ella y me proponía a buscarme un trabajo, no menos digno y algo remunerado, que me permita disfrutar, mi juventud y mis antojos. Lima es de por si, una ciudad muy fría, casi polar diría yo, y este clima, me enseñaría a utilizar huachafamente, ternos y corbatas, diariamente.
Mientras recorría las opacas calles del centro de lima, con el manoseado cliché de ejecutivo de ventas, de una importante marca automotriz, me fui acostumbrando también, a la cultura de la apariencia , con pasarelas extravagantes, abrigadas y con ajustados presupuestos que son dignos de un pasa hambres , terco, pero optimista , soñador .
Recién en esas circustancias, con la necesidad de un maternal plato de sopa, entendería el subliminal mensaje de Mamá Lolita, cuando no tuve, ni siquiera un miserable sol para poder llevarme algo a la boca.
Estaba solo, yo, y el montón de cemento de aquella gran cuidad, no había familia, y si la había, estaban en otras, no era lo mismo.
Ese día – de no ser por el mensaje de mi abuela – retumbando mis recuerdos y robándome una extraña sonrisa, de no ser por ese “después te contare un cuento”, hubiera soltado el llanto cobardemente.
No recuerdo si finalmente llegue a engañar la tripa, como se dice, pero si extrañe, aquel plato humeante de sopa y, comprendí así, cual era el cuento que me quiso contar, sin ser escuchado.


No fue otro, que el cuento de las carencias, de las ausencias, de lo importante que son esos detalles, minúsculos, insospechados, pero ferozmente, coagulantes en el corazón.

Mama Lola, después de una dolorosa e injusta enfermedad, nos dejo. Vísperas de un año entrante, un 31 de diciembre; ese día recibí la llamada de un familiar –estábamos resignados – comunicándome su deceso.

Ese día, el ultimo día del año, cuando la gente esta alegre y hace planes para festejar, en familia o con amigos, cuando están pensando en la playa, el calzoncito rojo o amarillo, quien prestara la casa para el festín, la cuota para la comida, y están viajando previa compra de sus pasajes, yo estaba desorbitado, preocupado por la salud de mi madre y por la crisis emocional de mis tías.
Estaba preparado si, pero no con los pasajes, pues no me lo esperaba que sea así.
Busque, sin éxito, en algunas agencias, pasaje terrestre, pero yo quería estar con mi madre, con mi familia, quería a como de lugar, llegar a Sullana.
Llame a Juan Carlos,- un amigo de la niñez, que trabajaba gerenciando una agencia de viajes en larcomar -y le explique mi apuro y si me podía ayudar y, el, muy conmovido por la situación, comprometió su palabra en buscarme un vuelo, en cualquier horario con destino al norte.
Milagro de mi abuela, no se, ¿a quien bajarían del avión para meterme a mi? , no se, lo real fue que mientras, esperaba mi vuelo, en la sala de embarque, la gente, vibraba con la alegría de las fiestas.
Ya en el avión, algunos entusiastas turistas, quisieron hacerme recordar, que era año nuevo, y empezaron, hacer una improvisada comparsa, sacando tambores, tumbas y guitarra, mientras mis pupilas, miraban fijamente el colchón de nubes blancas que se divisaba desde mi ventana.
En la casa y, tras el penoso abrazo con mi madre, espere que llegara el ataúd, con el cuerpo de mi entrañable Dolores.
Luego al día siguiente, después de la misa y rumbo al cementerio, mientras caminábamos, por una calle principal, los restos de una resaca en las casas, con las puertas abiertas, en muchas de ellas, con volúmenes estridentes ,dabanme a saber de aquella fiesta de fin de año, que no tuvimos.
Los detalles de su agónico deceso y las anécdotas de sus últimos días, se empezaron a saber, en las amenas conversaciones que nos regalaban mis tías.
Hoy, es el último día del año y su fallecimiento, nos da esa convocatoria, para volver encontrarnos, en su misa.


Tal vez después de la misa, las celebraciones de fin de año se empezaran a escuchar, algunos enrumbaran hacia sus fiestas, pero aquellos que acuden a su misa, en el fondo, estarán cumpliendo talvez su ultimó deseo, el deseo de juntarlos a todos su hijos, para recordarla y comenzar un nuevo año.
Lo que no podré evitar, es que, talvez mañana, cuando toda esta alegría del nuevo año pase, y la resaca nos baje la emoción, yo; tenga que buscar un reparador caldo de gallina o algún sopón levanta muertos,pero antes de levantar mi cuchara hacia mi boca, me vendrá el recuerdo de aquel mensaje de mi abuela dolores diciéndome – mmm… mañana te contare un cuento.
Pero esta vez el cuento ya estará aprendido.

Edwin Kaye Godos

1 comentario:

Alfredo coello dijo...

acercarse a la narrativa para un poeta multifacetico como lo has demostrado,no debe ser complicado, darle forma a una historia recreada en la realidad es otra cosa, esa historia tendida y entrecortada que me dejo sin aliento por momentos es tambien otra cosa. Dolores, se llamaba valga la expresion, palabra o nombre,que alude a muchas emociones., Ha dejado en ti una estela y un comienzo grato, desde mi punto de vista inmenso, felicidades.

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